lunes, 27 de agosto de 2012

SENDERISMO: GLACIAR MONTE PERDIDO, BALCON DE PINETA E IBON DE MARBORE

Tres años después vuelvo al Glaciar de Monte Perdido. Son ya 4 las veces que he visitado este inigualable lugar.
Mi historia con este rincón, probablemente mi favorito, comienza hace 17 años cuando en el verano de 1995 mi padre decidió presentarme este lugar. Tras el espectáculo que divisamos, decidimos repetir la excursión al año siguiente para poder conocer el ibón totalmente helado (era agosto). Después de muchos años siendo el valle de Pineta el destino de las vacaciones familiares, hasta el 2009 no volví a acampar en este precioso lugar. Esta vez lo hice en compañía de Laura y dos grandes amigos mas, Vero y Esteban. La acampada fue con la única excusa de enseñarles mi rincón favorito de España: El glaciar del Monte Perdido. 

Tres años después (perdón la redundancia) tenia ganas de volver a visitarlo. La ruta la preparamos Sergio, Adrián y yo; aunque Adri nos abandono finalmente. 

Salimos de Zaragoza a ultima hora de la mañana y previa parada a comer a orillas del embalse de El Grado, bajo un sol de justicia, llegamos a Bielsa en plena siesta. Nos tomamos un café y compramos los mapas para poder realizar la excursión sin problemas al día siguiente. Antes de parar en el Refugio a dejar nuestras mochilas, decidimos hacer un calentamiento para el rompepiernas que nos espera. Subimos por la ruta de las cascadas hasta los llanos de La Larri. Recorremos el prado de La Larri rodeados de decenas de marmotas y algún que otro rebeco, que nos dan la bienvenida. Nuestro objetivo es llegar a la cascada de La Larri para darnos un pequeño baño reparador en estas aguas . El sitio es idílico como lo demuestran estas fotografías.




















Tras el baño, reanudamos el descenso hasta el valle, donde tenemos el coche aparcado y nos dirigimos al refugio de Pineta, donde descansaremos para mañana poder subir a nuestro objetivo. 
A las 6:30 suena nuestra despertador y comienza nuestro día. Somos de los últimos en desayunar, mucha gente ya ha emprendido su marcha. Aproximadamente a las 7:30 ya tenemos aparcado el coche en la esplanada donde antiguamente se podía acampar (una pena por cierto) y emprendemos la marcha. 
Para calentar las piernas subimos por la pista forestal que lleva hasta La Larri, tras unos 20 minutos de subida (donde rompemos a sudar), a travesamos un puente y decidimos realizar la subida por el caminito que sale a continuación del citado puente, aunque no hay indicación ninguna. Recomendamos que sigáis 5 minutos por la pista y cojáis el sendero que marca Balcón de Pineta. 
El camino no tiene ninguna perdida, totalmente marcado y muy claro su itinerario. La primeras cuestas son entre una frondosa vegetación de helechos y hayas, para pronto llegar al paisaje que nos vamos a encontrar durante todo el recorrido hasta la cima: rocas, rocas y mas rocas. 
A la media hora de subida llegamos a un cruce de caminos, que muy bien señalizado con un cartel nos indica que sigamos rectos. A la izquierda sale un camino dirección a la cascada del Cinca (la caída de agua mas grande del valle de Pineta). El camino poco a poco va ganando en desnivel y cada vez se hace mas duro. Muchos tramos son dibujando S, intentar no saliros del camino principal por dos razones: por el destrozo de vuestras piernas y por el deterioro del entorno que estamos realizando con la creación de senderos alternativos. 

"Papa que ya hemos llegado", esa fue la frase que le dije a mi padre la primera vez que subía con 12 años. Incrédulo de mi, al girar una gran roca que hay, me encontré con que nos quedaba el peor tramo de todos, el embudo. El embudo es una gran barranquera (nada peligrosa en verano) con una gran desnivel acumulado en pocos metros de subida. Pero tras el gran esfuerzo, podemos decir, por cuarta vez, que ha merecido la pena. 
Esta es la vista que nos recibe nada mas pisar la planicie, que nos llevara hasta el ibón y sobre la que se suspende el glaciar. 



 
Sergio y yo, debajo del Glaciar
































































 Tras las respectivas fotos al balcón de Pineta y al incansable glaciar, emprendemos marcha hacia el ibón de Marboré. La marcha se realiza entre grandes rocas, depositadas allí por una antigua morrena glaciar. En menos de media hora divisamos las aguas del Ibón, con la brecha de Tucarroya en lo alto del mismo. Nuestra idea inicial era llegar hasta la brecha, una puerta geográfica que nos une con Francia, pero un gran nevero nos impide llegar hasta el refugio de Tucarroya, situado en la zona mas elevada de la citada brecha. 
A las 12:30 iniciamos el descenso por el mismo camino de subida. En algo mas de dos horas, ya estamos en el coche. Hemos realizado un descenso muy rápido. Con ganas de mas montaña y de mas Pineta, comenzamos la vuelta hacia Zaragoza. Una vez mas podemos decir que: ha merecido la pena el esfuerzo.

martes, 21 de agosto de 2012

¿HAN APRENDIDO ALGO MIS ALUMNOS EN ESTA UNIDAD DIDACTICA?


Empiezo mi blog con una pequeña reflexión que deberíamos realizarnos todos los docentes  de educación física, al finalizar una unidad de trabajo. ¿Qué han aprendido mis alumnos durante estas sesiones?

Muchas veces nos planteamos asombrosas unidades didácticas, con un fabuloso hilo conductor o con atrayentes juegos y actividades. Pero muchas veces esas unidades didácticas son únicamente meras vivencias motrices, que mis alumnos incorporan en su bagaje motor. Nuestras unidades didácticas se deben convertir en periodos de aprendizaje de un determinado contenido o contenidos. Pero recalcando la palabra APRENDIZAJE. En ocasiones nos convertimos en meros oferentes de experiencias motrices y esa es una de las causas del poco respeto que muestran algunos compañeros hacia nuestra área: la educación física. 

Debemos convertir nuestras unidades en periodos de aprendizaje. Para ello necesitamos de uno de los aspectos más importantes, y en ocasiones muy olvidado, del proceso de enseñanza-aprendizaje: la evaluación. Como bien nos indican autores muy sabios en esto de la evaluación, como Blázquez Sánchez, en el proceso educativo deben darse 3 tipos de evaluación: la inicial, la formativa y la sumativa o final. Yo voy a ser algo “pesado” con la evaluación inicial, la gran olvidada en muchas ocasiones. Sin ella es imposible que podamos constatar lo aprendido al final de la unidad, no podemos adaptar nuestras sesiones a las necesidades de nuestros alumnos, no podemos modificar los objetivos didácticos y criterios de evaluación a la realidad de nuestro grupo-clase y sin esta evaluación no estamos realizando bien nuestro trabajo.

No quiero adentrarme mucho en el tema de la evaluación, lo reservare para otro post. Simplemente he querido comenzar dejando claro la importancia de que al programar y poner en práctica una unidad didáctica, tenemos que tener totalmente claro que queremos que nuestros alumnos alcancen al finalizarla, convirtiendo nuestras sesiones en la vía para que ellos superen esos criterios de evaluación que nos hemos planteado. Redirigiendo nuestro planteamiento inicial y adaptándolo a los problemas que puedan surgir en el proceso de aprendizaje a lo largo de la unidad didáctica, todo ello con un único fin: QUE MIS ALUMNOS HAYAN APRENDIDO, NO SOLO HAYAN VIVENCIADO.